martes, 15 de abril de 2014

VIAJE A IRÁN (VIII)

Nos habíamos quedado en el día 10 de febrero, lunes, plaza Naghs-e Jahan, y acabábamos de ver la mezquita Sheikh Lotfollah. De allí pasamos a la mezquita del Imán, situada en el lado sur de aquella gran plaza.
De esta mezquita, seguramente, no será ninguna exageración decir que se trata de una de las obras maestras de la arquitectura mundial, sólo comparable con edificios singulares de la categoría de San Pedro del Vaticano o del Taj Mahal de Agra (India). Su construcción fue también impulsada por el Sha Abbas I. Se inició en 1612 y finalizó en 1638, cuando el monarca ya había muerto. El edificio ocupa una planta de 130x100 metros, está todo construido en ladrillo (ya estamos acostumbrados a ello) y mantiene la concepción iraní de mezquita, con un patio central de 68x53 m. rodeado por pórticos y cuatro iwans. Para lograr la orientación suroeste, los arquitectos diseñaron una solución ingeniosa: construyeron una portada en la plaza, seguida de un vestíbulo cubierto por una cúpula y, a continuación, un arco que une el vestíbulo con el iwan norte, el cual tiene fondo triangular, consiguiendo así el giro de 45º que lo orienta hacia La Meca (con la misma imperfección de 11º que ya expliqué anteriormente para las mezquitas del Viernes y de Lotfollah). Conseguido este giro, el patio central y todo el conjunto siguen ya esta orientación. El iwan suroeste, como es habitual, es el de mayores dimensiones y da acceso al haram (sala de oración) donde está el mihrab. Sobre esta sala se alza la enorme cúpula de cerámica verde y motivos florales blancos, que estaba envuelta en andamios. La cúpula alcanza exteriormente una altura de 54 metros y está construida con el sistema safaví de “doble cúpula”, de forma que la altura interior es de 38 metros. Flanqueando el haram se abren dos salas hipóstilas (sostenidas por columnas) simétricas, y a ambos lados sendos patios porticados y varias salas que se utilizaban como madraza. En la fachada que da a la plaza, el portal alcanza una altura de 30 metros y está flanqueado por dos alminares de 42 metros. El iwan suroeste presenta un frontal más elevado que el de los otros tres y está escoltado por dos alminares gemelos de 48 metros de altura. La parte inferior de los iwans está decorada con mocárabes recubiertos por la más inimaginable composición de cerámicas. Bandas de escrituras decoran también todo el conjunto.

MEZQUITA DEL IMÁN

Una anécdota digna de mención nos ocurrió en este lugar. Nos encontrábamos Virgilio, José Miguel y yo comprobando las condiciones acústicas de la cúpula principal, bajo el centro de la misma, cuando se nos acercó un individuo con un billete sujeto entre los dedos de ambas manos; lo encogió y estiró bruscamente y la vibración resonó varias veces por el eco, produciendo un efecto que casi parecía mágico. José Miguel llevaba un libro en la mano, se lo pidió por señas y golpeó la tapa con un dedo, produciendo un efecto parecido. Como Virgilio habla árabe, se entendió con él a duras penas (sólo hablaba persa) y éste le ofreció subirnos a lo alto de uno de los alminares que flanquean el iwan principal por el precio de 5 euros cada uno. Nosotros le ofrecíamos 500.000 riales por los tres (12,50 euros), pero él no aceptó y nos distanciamos. Virgilio no se resignaba a perder esa ocasión única y a nosotros también nos apetecía mucho, así es que le llamamos (aún estaba por allí, seguramente esperándonos), le enseñamos el billete de los 500.000 riales y aceptó enseguida. Se trataba de algo clandestino, pues la puerta estaba cerrada y él tenía llave, no sabemos por qué. Era el alminar izquierdo, viendo el conjunto de frente.

IWAN SUROESTE Y ALMINARES

La subida no está permitida y la verdad es que el balcón de arriba reúne pocas condiciones de seguridad, como luego pudimos comprobar. Comenzamos el ascenso mediante una escalera de planta cuadrada que gira hacia la izquierda en el sentido ascendente, en torno a un machón central cuadrado (lo que aquí llaman nuestros historiadores del arte “alminar almohade”), con tres peldaños en cada cara más uno en cada rincón partiendo el rellano en dos triángulos. El techo de cada tramo, que sirve de suelo al de arriba, era una bóveda rebajada construida en ladrillo (como todo el conjunto), colocado a sardinel, en el sentido transversal al eje de la bóveda y sin trabar, de tres sogas de luz (más bien era una bóveda de tres lados rectos, los laterales inclinados y el del centro horizontal, haciendo de clave).

BÓVEDAS PRIMER TRAMO DE ESCALERA

La anchura es de unos 60 cm. Estas bóvedas tienen su eje horizontal, por lo que el peldañeado de encima supone un macizado sobre las mismas. Llegados al nivel de la terraza que cubre el pórtico de doble altura perimetral que rodea el patio, salimos a la misma y desde ahí ya se ofrece una vista excepcional de la plaza y de la ciudad en general. Allí es donde nos introducimos en el interior del alminar propiamente dicho, de planta circular, con peldaños triangulares que giran hacia la izquierda en el sentido ascendente, en torno a un machón central (en este caso, cilíndrico), a razón de 12 peldaños por vuelta completa (30º cada peldaño), todo ello en un espacio angosto que a medida que se sube se va estrechando más, por la forma troncocónica del alminar.


INTERIOR DEL ALMINAR

Finalmente llegamos al balcón de arriba, al que pudimos salir a través de un ventanuco. El individuo, que nos acompañaba, nos pidió que no nos pusiéramos en pie, para tratar de quedar parcialmente ocultos por la barandilla de madera, la cual, además, no ofrecía muchas condiciones de seguridad, pero para nosotros la emoción era tan grande que nos daba todo igual y lo que queríamos era disfrutar al máximo de la vista espectacular que se nos ofrecía de todas las cubiertas de la mezquita, de la gran plaza y de toda la ciudad, en una panorámica de 360º.


PANORÁMICA DESDE EL BALCÓN DEL ALMINAR IZQUIERDO DE LA MEZQUITA DEL IMÁN

En algún sitio había leído que Isfahán es una de las ciudades más bonitas del mundo y, desde luego, no decepciona en absoluto. A la bajada, le entregamos el importe acordado, nos dimos mutuamente las gracias y nos fuimos corriendo hacia la furgoneta porque eran ya las 4 de la tarde. No habíamos comido, pero íbamos muy satisfechos por lo que nos había cundido el día.

Afshín incumplió su trato de pasarnos por el puente Khaju y se encaminó directamente hacia la autopista de Teherán, seguramente ansioso por regresar a su casa.

PUENTE KHAJU 
A mitad de trayecto, aproximadamente, paramos junto al oratorio de una gasolinera para que pudieran rezar los musulmanes que venían en el grupo. En el transcurso del viaje, voy comentándole a Virgilio los temas del cementerio islámico de Tauste, la torre “mudéjar”, la Asociación Cultural “El Patiaz”,etc. No es la primera conversación que llevamos sobre estos temas, pues casi una semana ya de convivencia da para mucho y, a estas alturas, está totalmente centrado en lo que nosotros defendemos como “arte zagrí”. Hay un momento en que nos pregunta cuántos monumentos mudéjares hay en Aragón, aproximadamente. Cuando le decimos que unos 250, entiende que es una cifra muy relevante como apoyo también a nuestra teoría, porque entre tantos, seguro que alguno de ellos tiene que pertenecer forzosamente a la época anterior. Se manifiesta totalmente convencido de la veracidad de nuestra teoría –con sus puntos cuestionables, claro está- y nos explica, como conocedor del mundo universitario de filosofía letras, que Borrás nunca reconocerá ni un ápice de nuestra teoría, ni tampoco sus discípulos. Tendrá que ser, en todo caso, la siguiente generación, por lo que “vosotros –dice- no llegaréis a ver reconocido vuestro trabajo, pero es muy importante que dejéis bien establecidas las bases para que algún día se reconozca, porque esto es muy importante”. Insiste sobre todo en lo de “muy importante”, “más de lo que os parece”, apunta. Se ofrece a ayudarnos y a colaborar con nosotros (“si me admitís, claro”, dice; “¿cómo no?”, pensamos nosotros). Nos advierte de que existen muchas circunstancias que seguramente nosotros desconozcamos, pues pertenecemos a otra esfera cultural. Probablemente, dice, se habrá destinado mucho dinero a lo largo de los últimos años a elaborar tesis doctorales y otros trabajos que no habrán tenido otra finalidad que corroborar los dogmas del catedrático (en este caso, Gonzalo Borrás), y ahora “no vais a venir vosotros, que para él y sus discípulos no sois nadie, a poner en evidencia, no sólo el prestigio de ese señor y de toda esa labor, sino algo que va más allá”. “Creedme, estáis jugando con algo mucho más serio de lo que os parece y sólo tenéis piedras para disparar, pero ellos tienen tanques y artillería pesada”. En cuanto a Tauste, explica que se encuentra embarcado en un trabajo sobre al-Andalus de bastante calado y que le interesa mucho todo lo que cuento, pues le parece un puntal formidable para las líneas de investigación que él tiene abiertas. Me pregunta qué ha sido de los detractores del cementerio musulmán, de los que negaban que pudiera ser islámico, y yo le digo que "simplemente, han desaparecido" (por el momento, pienso).
 Me dice: “Jaime, te voy a poner a Tauste en el mapa y va a ser una pieza fundamental. Lo primero que hay que descifrar es el nombre”. Pensando en voz alta, apunta la posibilidad de un origen beréber, a lo que yo le contesto que por ese camino existen otros indicios con los que encaja, como el hecho de haber hallado en Tauste la tumba más antigua de la Península, realizada con el rito islámico, junto con la de la Plaza del Castillo, de Pamplona, y que de ésta se hicieron estudios de ADN y resultaron procedencias del norte de África. Dice que preguntará a compañeros suyos berberistas, pero que “Ta” puede ser el artículo y “wust” un sustantivo que puede significar algo así como “sal”. “¿Hay por allí alguna explotación de sal?”, pregunta. Javier, José Miguel y yo nos miramos admirados de la perspicacia de este hombre y entonces yo le explico que, efectivamente, a unos 10 Km de Tauste existe un pueblo llamado Remolinos, famoso por unas minas de sal que se vienen explotando desde muy antiguo y que, en su origen, perteneció a Tauste. Preguntó si existía algún estudio sobre la toponimia del lugar y le contesté que sí, que estaba publicado y le mandaría el libro. De cualquier forma, nos hace las oportunas advertencias de tomar esto con sumo cuidado, pues lo de la “sal” no lo tiene claro. De cualquier forma, consultará con berberistas.
Llegamos al hotel a las 21:30 y nos dan otras habitaciones de las que tuvimos hace tres días (que a nosotros se nos antojan tres meses), pero en la misma planta. Pedimos las nuevas contraseñas para conectar con wifi, pero a mí me aparece en mi móvil la de la habitación anterior como predeterminada y no me deja sustituirla por la nueva. El personal de recepción tampoco es capaz de resolver el problema y me pasan con un señor que debe de ser el responsable de aquello. Tras varios intentos por su parte, también infructuosos, me introduce su propia clave y con ésa ya puedo comunicar. En el propio vestíbulo del hotel funciona, pero cuando subo a la habitación, deja de hacerlo.

(Continuará)

1 comentario:

Rockberto dijo...

Lo que te digo, esto habrás de publicarlo. Menudo suspense, chaval.