viernes, 25 de abril de 2014

VIAJE A IRÁN (y X)

12 de febrero. Último día de estancia…
Desayunamos en el hotel y bajamos con las maletas al vestíbulo. Las cargaron en un coche (de igual forma que cuando llegamos) y a nosotros nos llevaron a despedirnos de nuestro “misterioso” anfitrión. Observamos que el recorrido era diferente al de la primera vez. La nieve había desaparecido en gran parte (aún quedaba en las zonas sombrías) y se podía transitar con mucha más normalidad, razón por la que pensamos que la vez anterior habría tenido que dar algunos rodeos para poder llegar hasta aquel lugar tan alto de Teherán. Paramos ante aquella casa ya conocida para nosotros. Aunque quedaba poca nieve en la calle, los chupetes de hielo seguían colgando de las cornisas de los edificios.
Entramos y el recibimiento fue similar al de la bienvenida: descalzarse en el vestíbulo y acomodarse en la misma sala. Como buenos “animales de costumbres”, nos sentamos cada uno en los mismos puestos que la vez anterior. Entró el “personaje” y nos fue saludando uno a uno de igual manera. Se sentó en su sillón y comenzó a hablar, expresando su deseo de que hubiera sido una semana agradable para nosotros, que se hubieran cumplido nuestras expectativas para este viaje, que nos hubiéramos encontrado cómodos, que si en algo se había fallado nos pedía disculpas, etc. Raúl debió transmitirle mi curiosidad de la noche anterior, porque no hizo falta preguntarle quién era él realmente. Dijo que se llamaba Ahmad Bahmani y que era el presidente de la ONG Ibn Sinna (Avicena en español, el famoso médico persa del siglo XI), dependiente directamente de la Oficina de Relaciones Internacionales del Líder Supremo de la República Iraní. Nos pidió que ahora habláramos nosotros y Raúl (siempre actuando como traductor) nos expresó que podíamos decir lo que quisiéramos, con toda libertad.
El primero en hablar fue Ammar, quien dijo que, a pesar de ser musulmán, confesaba que había comenzado el viaje con cierto temor por el concepto que teníamos en Occidente de este país y que, sin embargo, se llevaba una sensación muy agradable. Terminó dando las gracias por todo y yo quise tomar la palabra en ese momento para manifestar el agradecimiento en nombre propio y de mis compañeros por la gran acogida que nos habían hecho y lo bien que se nos había tratado a lo largo de toda nuestra estancia, que nunca hubiera imaginado que se pudiera tratar tan bien a unos invitados, agradecer también la oportunidad que se nos había dado de conocer “in situ” esa arquitectura persa que tanto nos interesaba por los motivos que ya le habíamos expuesto en su día, así como del intercambio tan interesante que se nos ofrecía de cara al futuro inmediato con personas relevantes del mundo universitario iraní y que no era fácil expresar con palabras la gratitud que sentíamos por todo ello. Todo esto, haciendo las pausas necesarias para que Raúl pudiera ir traduciendo, mientras él me miraba y asentía con la cabeza cortésmente. Raúl le dijo a José Miguel que si quería decir algo, a lo que él contestó que no tenía nada más que añadir a lo que había dicho yo y que lo compartía en su totalidad. Javier intervino para ratificarse en lo mismo y aún añadió sus comentarios sobre las impresiones y conclusiones del viaje. Virgilio tomó la palabra para expresar también su gratitud, prometiendo, en tono de broma pero con un fondo de sinceridad, que a partir de ese momento nos convertíamos en embajadores de Irán en España. Hassan también expresó sus impresiones y agradecimientos y hasta Laila intervino para dar las gracias por todo. Acabadas las intervenciones, el Sr. Bahmani (ahora ya sabíamos su nombre) extendió sus manos hacia José Miguel y le dijo en su idioma que, por favor, dijera también algo. Estaba claro que no se libraba, como tampoco yo me había librado una semana antes de comerme la naranja. Así es que José Miguel desarrolló una breve alocución sobre lo interesante que para nosotros había resultado todo aquello y el profundo agradecimiento que sentía ante unos anfitriones tan excepcionales.
Mientras tomábamos el té, pastas, frutas, etc., que se nos iban sirviendo, el Sr. Bahmanií comenzó entonces su discurso, haciendo una reflexión sobre lo que es realmente Irán y la diferencia que hay con la idea preconcebida que nosotros seguramente habíamos llevado. Comentó sobre otros casos de invitados que también habían experimentado cierto miedo inicial y puso de relieve la hospitalidad del pueblo iraní, así como su adhesión al régimen actual, poniendo como ejemplo el gran éxito de las manifestaciones del día anterior, que se habían producido en muchísimas ciudades del país, y cómo la gente acudía a las mismas de forma libre y espontánea. Volvió a hablar de la situación política en la región y de cómo a lo largo de la Historia de la Humanidad, todos los líderes que han intentado dominar el mundo han comprendido que para ello era necesario controlar Oriente Medio. Ahora era el caso de Estados Unidos, motivado principalmente por el petróleo. Que Israel es principalmente una base militar bajo el control de los EEUU, como punto estratégico en la región y que, para conseguir sus objetivos no habían dudado en violar los derechos del pueblo palestino, así como el origen de las guerras de Irak, ahora la desestabilización de Siria, etc. Que Irán representa un gran obstáculo para los intereses de dominio de Estados Unidos y el lobby sionista, porque no se doblega a sus intereses, y ésa es la motivación para toda esa campaña de desprestigio que sufren en todo el mundo occidental. Que no están en contra de ningún pueblo, ni siquiera del israelí como tal, porque “toda la humanidad formamos parte de un mismo barco y si se hace un agujero en una parte del mismo, al final todo él se resiente”. Todo ello, ilustrado con ejemplos de cómo Estados Unidos e Israel incumplen sistemáticamente las normas internacionales.
Virgilio aprovechó para preguntarle sobre las relaciones actuales con Irak. El Sr. Bahmani explicó que la guerra tan cruenta que había tenido lugar entre los dos países entre 1980 y 1988 no había ayudado a tener unas relaciones cordiales. Sin embargo, éstas se van normalizando hasta el punto de que los más de mil kilómetros de frontera cada vez son más permeables, por los que el intercambio de personas, comercio, ayuda humanitaria hacia ese país, etc., son algo habitual desde hace ya algún tiempo.
La reunión terminó con amables palabras de despedida por parte del Sr. Bahmani, reiterando su invitación para volver cuando queramos (sugería que preferentemente en primavera, por ser el mejor tiempo), “saludos para sus señoras y familias y cuenten con nosotros para cualquier gestión que podamos facilitarles si deciden visitarnos”. Nos hicieron entrega de un regalo a cada uno de nosotros, consistente en una caja de madera decorada con los motivos tradicionales persas, dentro de la cual había un Corán traducido y comentado por nuestro Raúl González. Aquel día supimos que Raúl/Yafar y el Sr. Bahmani eran viejos conocidos y que, cuando a éste le propusieron para el cargo que ahora ostenta, se comunicó con Raúl para plantearle ser su contacto en España. Éste aceptó y fundó la ONG Musulmanes por la Paz, en correspondencia con la Ibn Sinna iraní.
Una vez en la calle, Raúl se despidió también de nosotros, pues se quedaba unos días más para resolver asuntos propios. Laila volvía con nosotros a España. Afshin nos dio un paseo por Teherán en la furgoneta antes de llevarnos al aeropuerto y paramos en una calle donde abundaban los comercios de electrónica y tecnología. Allí pudimos comprobar que era cierto lo que el Sr. Bahmani nos había contado de que, a pesar de los embargos por parte de EEUU, no les faltaba de nada, pues conseguían el comercio con el exterior a través de otras vías.
El avión hacia Estambul salía a las 15:55. Llegamos al aeropuerto con dos horas de antelación y facturamos el equipaje en un mostrador abierto expresamente para nosotros solos (otra sorpresa más). Afshin y su compañero no nos abandonaron hasta el último momento, en el que aún le llamó Raúl al móvil para interesarse de cómo iba todo y desearnos buen viaje.
A las 11 de la noche (hora española peninsular) llegábamos a Madrid-Barajas. Recogimos el equipaje, nos despedimos todos y Javier, José Miguel y yo cogimos el autobús que nos llevaba al aparcamiento de larga estancia donde teníamos el coche. Me puse las gafas de José Miguel (tiene una graduación muy parecida a la mía) y pude conducir hasta Zaragoza sin ningún problema, ante la insistencia por parte de ellos en relevarme. El viaje se hizo entretenido, debatiendo nuestras cosas “zagríes” entre los tres, con las conclusiones de la experiencia vivida. Sólo molestó la niebla que había a esas horas de la noche en la primera mitad del trayecto. A las 3 de la mañana llegábamos a Zaragoza, donde dejé a cada uno en su casa, y no tuve inconveniente en devolverle las gafas a José Miguel, pues el camino hasta Tauste casi podía hacerlo con los ojos cerrados. Media hora después, ya estaba en casa.

Y después…
Quedan muchas cosas.
Por una parte, el objetivo cumplido en buena parte de haber podido contrastar la arquitectura persa con la aragonesa de ladrillo y yeso. Tener unas puertas abiertas dentro del mundo universitario de aquel gran país y la posibilidad de realizar intercambios culturales resulta para nosotros algo muy valioso.
Por otra parte, la gratitud hacia las gentes que nos invitaron y que tan estupendamente nos trataron durante aquellos días. La oportunidad de conocer un país fascinante desde una óptica tan privilegiada. La experiencia de compartir una semana de convivencia con personas tan estupendas como Raúl, Laila, Ammar, Hassan y Virgilio, sin olvidarme también de Javier y José Miguel y, cómo no, de Afshin y su acompañante (del que nunca conseguí aprender su nombre); recuerdos inolvidables que quedan en la memoria. Y la esperanza de que ahí no acaba todo, pues si conocido es el dicho de que “viajando se abre la mente”, en este caso para nosotros ha supuesto avanzar en la convicción de que hay otras formas de entender el mundo y de que no siempre los demás son mejores en la medida en que más se parecen a nosotros.

1 comentario:

Rockberto dijo...

Me alegro mucho de la experiencia que has vivido y te agradezco que la hayas compartido. Y que nos la hayas contado tan bien.

Chaval, chapeau. Y punto.